Resurgir con fuerza: una inspiradora historia de superación 

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Ana Julia Rivero

En nuestra numerosa familia, hay un hombre que ha sido una verdadera fuente de inspiración tanto para mi padre como para su hermano. Se trata de mi tío abuelo Mario, un ejemplo viviente de superación.

Mario es un hombre de estatura media, con el cabello gris cuidadosamente peinado. Bajo el sol tropical, su piel adquiere la caricia del bronce. Su rostro refleja una mezcla de experiencias y una actitud positiva. A pesar de usar una prótesis, su porte es elegante y su andar, lleno de gracia. Su postura erguida y su mirada decidida transmiten una fuerza interior inquebrantable. Viste ropa cómoda pero elegante, y su sonrisa siempre ilumina cualquier lugar.

Cuando era joven, un trágico accidente automovilístico cambió su vida para siempre. El accidente le dejó secuelas físicas permanentes, y las muletas se convirtieron en sus fieles compañeras. Sin embargo, su espíritu resiliente y su optimismo le permitieron superar ese desafío.

Mi tío abuelo nació en Bolivia el 9 de abril de 1954, en Santa Cruz de la Sierra. Desde pequeño, soñaba con convertirse en un gran abogado. Su infancia estuvo marcada por dificultades económicas y sociales, lo que lo llevó a buscar nuevas oportunidades en Panamá. Con el apoyo de su familia, logró una educación adecuada y desarrolló su pasión por las leyes.

Después de años de esfuerzo, su vida parecía estar en su mejor momento: se había casado con el amor de su vida, Eulalia, había terminado sus estudios y estaba ejerciendo como abogado, tal como siempre había deseado. Pero todo cambió el día en que realizó un viaje de trabajo a Colón. Exhausto, conducía de noche cuando un camión impactó su vehículo. Tanto él como el otro conductor quedaron gravemente heridos.

La noticia devastó a su familia, que se reunió en el hospital, preocupada por su estado de salud. Esa noche, Mario estaba entre la vida y la muerte. Los doctores hicieron todo lo posible por salvar su pierna, gravemente dañada, pero finalmente tuvieron que amputarla. La decisión fue difícil para la familia, que temía cómo afectaría la discapacidad al futuro de Mario. Tras largas horas de tensión, se realizó la cirugía.

Cuando Mario despertó, vio la luz blanca de la habitación del hospital y recordó todo lo sucedido aquella noche. Entró en estado de shock y desesperación. No podía comprender cómo, después de haber vivido sin una discapacidad, ahora debía enfrentarse a esa realidad. Pensaba que su vida había llegado a su fin.

Durante varios días, estuvo postrado, sin fuerzas ni ánimo. Sin embargo, las enfermeras, con su amabilidad y cuidado, lo ayudaron a sobrellevar la situación. Sus familiares lo visitaban con flores y palabras de aliento, animándolo a ver las cosas desde una nueva perspectiva. Con su apoyo, Mario comenzó a adaptarse a las muletas.

Tras semanas en el hospital, cuando por fin salió, comprendió que la vergüenza no lo llevaría a ninguna parte. Su discapacidad no debía impedirle continuar con su vida. Desde entonces, no permitió que su condición afectara su carrera y siguió trabajando con la misma energía para sus clientes.

La vida de mi tío abuelo cambió drásticamente, pero esta experiencia se convirtió en una lección de valentía para él y para todos los que lo conocen. A veces, las dificultades nublan nuestra visión, pero siempre es posible encontrar una forma de adaptarse al destino.

Mi tío abuelo es un testimonio viviente de que la verdadera invencibilidad reside en el coraje para enfrentar los desafíos.

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