Hermosa como una flor

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Adrian Alejandro Martinez Caceres

Son las cuatro de la tarde del ocho de marzo de 2023. Dos revoluciones se encuentran, se entrelazan en el ciberespacio, conectando Maryland y David. Desde la plataforma Discord, dos nombres resuenan: Katherine (Katy) y el mío, Adrián (Adri).

Ella es una persona única, brillante en todos los aspectos posibles. Katy ha sufrido mucho, y desde su anonimato carga con veinte años de enfrentarse de cerca al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y a otros padecimientos.

—Hola, Adri —me saluda.

—Hola, Katy —le respondo, y así comienza una conversación que nos convierte en cómplices de una amistad extrañamente hermosa, pero llena de altibajos.

TDAH, depresión, bipolaridad, dislexia y un organismo debilitado por la incapacidad de absorber las vitaminas necesarias para vivir, junto con problemas cardíacos y hepáticos, no han logrado doblegar a esta guerrera incansable.

Durante horas de chat, me revela, entre palabras y suspiros, lo que significa haber sido acosada, abusada y maltratada por personas malintencionadas a lo largo de su vida. "El truco es volverse fuerte de corazón, sin perder la ternura del alma”, me dice.

Katy no es solo mi amiga, es mi hermana... tal vez no de sangre, pero quererla y amarla nos hace bien a ambos. Ella, una joven de cabello castaño y ojos grises, y yo, un chico medio cholo. Aunque nacimos en años diferentes (ella en 2001 y yo en 2009), nuestra conexión es profunda. El 24 de abril de 2023, a las 8:19 de la noche, vivimos juntos nuestro primer episodio de bipolaridad.

—No eres lo suficientemente importante —trato de ocultar el verdadero peso que tiene en mi vida.

Katy escribe: “Ahora lo sabes. Sabes que mi tiempo es muy valioso como para desperdiciarlo en enojos y peleas contigo”. Con el corazón oprimido, intento consolarla, pero es inútil. Ella se marcha, dejando tras de sí una estela de palabras hirientes. Me ha dicho que no le importo en lo más mínimo, que por mí, "el mundo puede irse a la mierda"; pero al instante siguiente, con una voz suave, me susurra que lo siente, que ya lo ha olvidado.

¿Cómo puede una persona tan maravillosa pensar así? Sin duda, mi amiga se ha equivocado, pero la ternura de su alma y la fuerza de su carácter han disipado cualquier agravio.

Aquellos desalmados que disfrutaban causándole sufrimiento o que intentaban aliviar sus propios dolores a costa de ella, nunca imaginaron que Katy necesitaría ayuda profesional. La mayoría de los psicólogos no entendían cómo era posible que, a pesar de sus discapacidades y las pruebas que ha enfrentado, pudiera mantener tanta serenidad.

Nadie... en realidad, solo yo pude descubrir la pureza y la fortaleza mental de esta “niña rebelde”. La inmensa dicha de recibir el amor, la pasión, la gracia y la amabilidad que ella “oculta” me devolvieron la esperanza en medio de tantas injusticias. Katy hubiera deseado hacer al menos la mitad de lo que yo he logrado: aprender a cantar, tocar un instrumento, pintar...

—Siempre quise, pero mi madre decía que eso era una pérdida de tiempo. Pasé mi infancia entre hospitales, aprendiendo idiomas o estudiando, rodeada de críticas maliciosas y miradas de lástima. No hacía nada interesante, tenía pocos amigos que apenas me hablaban —me confiesa.

Conozco a muchas personas que han pasado por experiencias terribles: golpes, burlas, comentarios que hieren el alma. ¡Pero Katy es tan valiente! Ella comprende que esas personas que la hirieron también fueron lastimadas, que llegaron al mundo carentes de amor y compañía. Su testimonio es claro: “Abrácense, tolérense, porque son un regalo". Y tiene razón. El amor y el compañerismo pueden brillar en medio de las tinieblas, demostrando que la vida continúa y que lo bueno apenas comienza después de haber superado las mazmorras de la mente, tal como lo ha hecho mi amiga.

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